jueves, 1 de mayo de 2014

Las crónicas marcianas y el origen de la ciencia-ficción fantástica

Las crónicas marcianas y el origen de la ciencia-ficción fantástica

Las crónicas marcianas (1950), seguramente la obra más conocida, tanto a nivel popular como en el ámbito académico, de Ray Bradbury se publica, por vez primera, en 1950. Desde entonces no ha dejado de reeditarse por todo el orbe. Con esto quiero dejar claro el hecho de que la obra que introduce a Bradbury en el panorama literario de su tiempo a escala internacional es hoy día, junto a otras piezas selectas como Hamlet o Don Quijote —por mencionar un par de obras—, uno de los títulos más traducidos y reeditados de todos los tiempos. Es decir, seguramente en la actualidad se lea casi tanto o más en su traducción a idiomas como el español, el japonés, el ruso y el chino que incluso en su lengua original, el inglés. Aunque la obra suele ser catalogada dentro del género de la ciencia ficción, lo cierto es que los escenarios, los personajes y su granítica simbología onírica se convierten en una especie de canal o túnel mágico y surrealista por donde transitan frenéticamente mensajes de auténtico realismo-mágico, al más puro estilo de los grandes maestros hispanos del género como Alejo Carpentier, Isabel Allende, Vargas Llosa o García Márquez. No hay más que leer cualquiera de los relatos que componen la obra para disparar la imaginación hacia unas latitudes imaginarias en el reino del español. En este sentido, decir que Las crónicas marcianas es una novela de ciencia-ficción obedece a un error de apreciación estilística e interpretativa de la obra. Las crónicas marcianas no es sólo ciencia-ficción, es uno de los raros casos en la literatura en lengua inglesa —si bien no tan raros en la literatura en lengua española— donde se funden dos géneros, dos estilos y dos modos de contar la historia: la ciencia-ficción y la fantasía. Llegados a este punto, podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Sería posible hablar de un género que pudiésemos denominar como «ciencia-ficción fantástica»? Las crónicas marcianas, de Ray Bradbury, es el ejemplo más claro de la existencia del mismo. 
Entrando a valorar una posible cortesía literaria, sería preceptivo conocer la opinión del autor a este respecto. El propio Ray Bradbury siempre deseó dejar bien claro que con esta obra él no pretendía en modo alguno narrar o recrear una versión científica de una posible colonización de Marte, al ser plenamente consciente de que en unos lustros o décadas su versión científica habría quedado obsoleta. Por esta misma razón, Bradbury fue uno de los primeros escritores en establecer una diferencia claramente meridiana entre los conceptos "ciencia-ficción" y "literatura fantástica". Según él "la ciencia-ficción trata de asuntos que pueden suceder; mientras que la fantasía trata temas que nunca podrán suceder". Esta sólida afirmación, convencida declaración, que nuestro autor repetiría hasta la saciedad en numerosas conferencias y entrevistas, le reafirmaba en su convicción como un escritor de literatura fantástica antes que de ciencia-ficción. Es más, según él, su única obra de ciencia-ficción fue Fahrenheit 451 (1953), frustrante y siniestro escenario que visitaremos en una futura entrada. Con todo, el ingrediente de ciencia-ficción también es protagonista en todos los relatos que componen Las crónicas marcianas. Eso sí, magistralmente articulado por una "granítica simbología mágico-realista" que estructura y vertebra los mensajes surrealistas y oníricos de una humanidad que ha hecho de Marte su nuevo hogar. Para llevar a cabo semejante creación se requiere un especial talento literario, que Bradbury exhibe revelándose como uno de los más —si no el que más— elocuentes poetas de ciencia-ficción fantástica de nuestro tiempo. 
Permítanme un último apunte a tener en cuenta. Las crónicas marcianas no es, en sentido estricto, una novela, sino una sucesión de relatos cortos que en sí mismos tejen y componen un todo, en este sentido, una novela o una particular e ingeniosa fórmula de estructurar la novela. La lectura de la misma nos recuerda, asimismo, la lectura de obras capitales del realismo mágico hispano como Rayuela (1962), de Julio Cortázar, donde al lector se le da la opción de empezar y terminar su viaje literario por el capítulo que desee, ad libitum. Hablamos de dos escenarios a distancias siderales; pero narrados desde la proximidad de un idéntico realismo mágico. Las crónicas marcianas son eso mismo, unas crónicas, con un orden cronológico, pero con la ventaja de que el tiempo puede correr hacia adelante o hacia atrás, según la dimensión donde resida la imaginación del lector. 
Les dejo con un breve fragmento de una de mis crónicas favoritas, deseándoles un maravilloso viaje hacia su propio interior: 

«La tienda de equipajes» (Noviembre de 2005):

"Es muy curioso, padre; pero creo que al final volverán todos. Ya sé que hemos venido huyendo de tantas cosas: la política, la bomba atómica, la guerra, el boicot, los prejuicios, las leyes. Lo sé muy bien. Pero nuestro hogar está aún allí abajo. Ya lo verá. Cuando la primera bomba atómica caiga en los Estados Unidos, la gente de aquí arriba empezará a pensar. No han vivido aquí bastante tiempo. Apenas un par de años. Si hubieran pasado aquí cuarenta años, todo sería distinto; pero allí abajo están todos sus parientes, y los pueblos donde nacieron. Yo ya no puedo creer en la Tierra; apenas puedo imaginármela. Yo ya soy viejo. No cuento. Podría quedarme aquí" [La traducción es mía.]